La minería ética se convierte en tendencia mundial




Podría resultar novedoso para muchos que Apple, la gran compañía informática, haya anunciado recientemente (Marzo 2014) que no usará minerales “manchados de sangre” en su iPhone y iPad, y que publique una lista de sus proveedores: “fundiciones y refinerías que nos suministran estaño, tantalio, wolframio y oro para aclarar cuáles está comprobado que no se abastecen de zonas en conflicto”. Han usado, además, auditores externos para confirmar (Enero 2014) “que ninguna fundición de tantalio activa e identificada de nuestra cadena de suministro se abastece de zonas en conflicto”. Está claro que la responsabilidad social de esta empresa se está agudizando cada vez más. Pero no se trata de un caso aislado. Asistimos hoy a una fuerte corriente global de énfasis ético en las actividades empresariales que ya ha hecho un fuerte impacto en el sector minero. Veamos cómo se originó y el cambio de paradigma que está impulsando en las industrias extractivas.


Las 3 Globalizaciones

En primer lugar, este nuevo énfasis ético se ha expandido a partir de la globalización, esa corriente mundial que impulsa la disminución de las barreras comerciales, culturales y sociales entre los países. Lo que se conoce poco es que este fenómeno ha internacionalizando también nuevos estándares socio-ambientales en el mundo en las últimas seis décadas. En su libro “La Tierra es Plana” (2006), Friedman explica que la globalización se ha dado en 3 etapas:
  1. Globalización 1.0 (1492-1800) – El centro eran los países
  2. Globalización 2.0 (1800-2000) – El centro eran las empresas multinacionales
  3. Globalización 3.0 (2000-Actualidad) – El centro es el individuo y sus demandas éticas adquieren relevancia.
Esta última etapa, en la cual vivimos ahora, es la que muestra un gran cambio ético. Según su estudio, la primera vez que se dio un proceso globalizador -Globalización 1.0- fue en 1492, cuando Cristóbal Colón abrió el comercio entre el Antiguo y Nuevo Continente. Todo giraba entonces en torno a los países que eran los encargados de velar por el bienestar de sus ciudadanos. Luego surge la Globalización 2.0, desde 1800 hasta el año 2000, un período donde ocurre la Gran Depresión y la Primera y Segunda Guerra Mundial, entre otros eventos importantes. Esta época marca el ascenso y consolidación de las grandes empresas como referentes de la vida social, un hecho irrefutable si conocemos que, de las 100 mayores economías mundiales, 51 son empresas y solo 49 países. Finalmente surge la Globalización 3.0 (año 2000) que empequeñeció al mundo de forma radical a partir de la tecnología. Aquí se fortalece la autoconciencia de los individuos como agentes activos de transformación y crece su poder de demandar actitudes éticas en las empresas.

Es en este contexto que las empresas mineras ingresan a una nueva etapa.


El estilo empresarial del pasado



Desde su fuerte irrupción en el Siglo XVIII generando la revolución industrial, las empresas surgen básicamente con un enfoque en sí mismas y en sus objetivos comerciales. Este podría resumirse en la frase “existimos para producir ganancias” y fue el enfoque prevaleciente a lo largo de 200 años. Pero, aunque podría parecer aceptable, este paradigma fue probando con el tiempo su profunda inconsistencia.

Un importante documental aparecido en el 2003 (“La Corporación”), basada en un libro de Joel Bakan, nos muestra un crítico análisis de las empresas (sobretodo norteamericanas), consideradas legalmente como “personas jurídicas”, al evaluar la ética de sus comportamientos como si de una persona se tratase. El film concluye que las empresas padecen de "desprecio por los sentimientos de otras personas, incapacidad de mantener relaciones duraderas, temerario desprecio por la seguridad de los demás, mentir por lucro, incapacidad de experimentar culpa y falta de conformidad a las normas sociales y al respeto por la ley". El diagnóstico: Las empresas pueden ser equiparadas a los sicópatas.

Un libro surgido pocos años antes de esta película, “No Logo” de Naomi Klein, señalaba ya casos concretos. “Se ha descubierto que el origen de las zapatillas Nike son los infames talleres de Vietnam; el de las ropitas de la muñeca Barbie, el trabajo de los niños de Sumatra; el de los cafés capuchinos de Starbuck en los Cafetales ardientes de Guatemala y el del petróleo de Shell en las miserables aldeas del delta del Níger.”

Más cercano a nosotros, el video ganador del Oscar, “Una verdad incómoda” (2006), protagonizado por el ex-vicepresidente de los EE.UU. Al Gore, expone la responsabilidad de las personas, los gobiernos y las empresas con los problemas ambientales que generan e insta a emprender un camino de búsqueda de energías limpias para evitar la destrucción del planeta.

Todo esto tuvo un fuerte impacto colectivo que se tradujo rápidamente en propuestas, acuerdos y nueva jurisprudencia multinacional orientada a impulsar la conducta ética de las empresas.

El sector minero no fue ajeno a esta corriente crítica. Sus muchos errores en las zonas de operación propiciaron que fuera percibido de forma negativa por la opinión pública global y que surgieran al menos cuatro paradigmas incriminatorios:
  • La minería contamina y perjudica el medio ambiente
  • No genera valor agregado en la economía, pues se trata de una industria primaria
  • No promueve el desarrollo de las comunidades que viven en su entorno.
  • No actúa con transparencia, ya que se sabe poco de sus operaciones y resultados.
Todo esto va a tener un cambio fundamental con el nuevo énfasis ético.


Nace y crece un nuevo paradigma ético 

A partir de la década de los 50´s se produce una mayor conciencia del proceso de globalización y se desarrollan intensas campañas de movimientos ambientalistas y ecológicos que buscan un mayor compromiso de las empresas con el entorno. Este fue el escenario ideal para el desarrollo de los conceptos de responsabilidad social empresarial (RSE), responsabilidad ambiental y el de desarrollo sostenible o sostenibilidad.

Estos planteamientos incluyen la identificación de los principales stakeholders (grupos de interés) para la empresa, diversas acciones que se pueden realizar para cada uno de éstos y los beneficios que generan las mismas. Los stakeholders son los grupos o individuos relacionados con la empresa que se ven impactados e impactan a la misma. La responsabilidad social consiste entonces en reconciliar los intereses y las necesidades de las distintas partes de manera aceptable para todas ellas.

La necesidad de este cambio ético fundamental fue planteada inicialmente por Howard R. Bowen, quien afirmó en 1953 que “las empresas deberían tomar en cuenta las consecuencias sociales de sus decisiones”. En 1996 Peter Drucker amplía el concepto de RSE al afirmar que “cada organización debe asumir la plena responsabilidad por el efecto que tenga en sus empleados, en el entorno, en los clientes y en cualquier persona o cosa que toque”.

Este movimiento impulsó iniciativas de gobierno sobre responsabilidad social empresarial, la creación de instituciones mundiales ad hoc y de organizaciones diversas que buscan impulsar el cambio ético.

Como ejemplos podemos señalar que, en el año 2000, el Reino Unido creó el Ministerio de Responsabilidad Social Corporativa y en Francia, en el año 2002, se decide la formación del Ministerio de Desarrollo Sustentable. Actualmente, en estos dos países es obligatoria la presentación de reportes sociales que acompañen a los informes financieros de las empresas. Aparece aquí el “Balance Social” como el instrumento de medición por excelencia de la responsabilidad social y se generan una serie de herramientas para el reporte y medición de la misma.

Tres hitos fundamentales se han dado en la consolidación de la responsabilidad social empresarial a nivel mundial: el Global Compact (desarrollado por la ONU), las Metas del Milenio y la Declaración de la Ciudadanía Corporativa en el marco del World Economic Forum. En Latinoamérica, las primeras manifestaciones del movimiento de responsabilidad social se presentaron en la década de los sesenta.

La minería no tardó en entrar a esta tendencia e integrarla en su actividad dada la necesidad de sustentar sus operaciones en el largo plazo y facilitar las relaciones armoniosas con el entorno. Esto previene situaciones de conflicto y economiza los gastos implícitos en las crisis. Incluso las empresas que no creen en estas prácticas se han visto impulsadas a operar de manera distinta debido a que la legislación con respecto a ella también está avanzando. Hace poco, por ejemplo, la Unión Europea propuso un plan para evitar que la minería financie conflictos.

Actualmente, está surgiendo ya un nuevo paradigma que plantea superar la Responsabilidad Social para hablar de la “creación de valor compartido”, a través del reconocimiento de que las necesidades sociales, y no sólo las necesidades económicas convencionales, son las que definen los mercados. Esta filosofía apunta a mejorar la productividad de la empresa a la vez que mejora las condiciones económicas y sociales de las comunidades donde opera.


La nueva competencia por los capitales de riesgo y los compradores


Un dato importante para entender la corriente ascendente hacia la minería ética son los criterios éticos, sociales y ambientales que asumen cada vez más los grandes capitales de riesgo en los negocios donde participan.

A fines de febrero 2014, se dio a conocer que el Fondo Petrolero de Noruega, el fondo de riqueza soberana más grande del mundo con 840 mil millones de dólares y accionista de empresas mineras como BHP Billiton, Anglo American y Glencore Xstrata, "revisará  la sostenibilidad de sus inversiones en el sector minero después de vender 27 productoras de oro y carbón en el 2013". Su consejero-delegado, Yngve Slyngstad, declaró abiertamente que “Estamos concentrando nuestras inversiones en las compañías [mineras] que creemos que continúan esta actividad de una manera más sostenible”, es decir, con valores éticos y de responsabilidad social más claros.  

Esto significa que ahora hay un nuevo principio de negocios. Las compañías que desdeñen una seria política de minería ética, socio-ambientalmente hablando y con marcada preocupación por la transparencia de sus operaciones, perderán capitales e inversionistas.

Sumemos a esto la una nueva tendencia ética de los países o alianzas de países compradores que se ponen de acuerdo para demandar materias primas “éticamente obtenidas” y tenemos ya suficientes motivaciones para que el paradigma se afiance.

Esta última corriente se está consolidando también con el trabajo de las ONGs. Éstas se encargan de certificar, por ejemplo, la producción de “oro ético en Sudamérica para que sea vendido a través de su red de contactos en todo el mundo. Estos son los casos de la Alianza para la Minería Responsable (ARM) y Fairtrade International, que certifican a pequeñas mineras comprometidas en cumplir con sus estándares ambientales, sociales y laborales.


La Minería asume un nuevo rol


La nueva realidad ha terminado haciendo a las empresas mineras sean cada vez más conscientes que un comportamiento responsable genera éxitos comerciales duraderos y de que una gestión socialmente responsable de los cambios generará efectos positivos para sus empresas a nivel macroeconómico.

Tres son los niveles fundamentales que las mineras implementan dentro del nuevo paradigma ético:
  1. La Responsabilidad social
  2. La Responsabilidad ambiental
  3. El Cierre de Mina y la sostenibilidad futura
Estos han llevado a las empresas a enfrentar, entre otras cosas, adquisición de tierras, derechos de agua, estándares para subcontratistas, programas de vivienda, contaminación, compensación, compra de locales, negocios, estrategias de inversión social y educación, etc. Todo esto dentro de un proceso de consulta permanente con todos sus stakeholders, que incentiva la participación de ellos en sus programas y proyectos. Finalmente, las empresas mineras, en aras de la transparencia, han comenzado a brindar informes públicos de su balance económico – financiero, su balance social (lo bueno y lo malo), ambiental y de buen gobierno corporativo. La pro actividad es la regla.

No sorprende, en este contexto, encontrar una página web como la de minera Newmont (Yanacocha, en Perú): “Herramienta de soluciones de ética”, con sencillos formularios para que cualquiera pueda hacer denuncias éticas. Iniciativas como esta surgen ahora en todas partes.

En este sentido, el Consejo Internacional de Minería y Metales (ICMM) se constituyó en el referente ético del rubro minero, al publicar sus los 10 principios de RSC:
  1. Implementar y mantener prácticas éticas de negocios y sistemas sólidos de gobierno corporativo
  2. Integrar los temas de desarrollo sustentable al proceso de toma de decisiones de la empresa
  3. Apoyar los derechos humanos fundamentales y el respeto por culturas, costumbres y valores, en la relación con los empleados y otros grupos afectados por nuestras actividades
  4. Implementar estrategias de gestión de riesgo basadas en información válida y una sólida base científica
  5. Buscar el mejoramiento continuo de nuestro desempeño en salud y seguridad
  6. Buscar el mejoramiento continuo de nuestro desempeño ambiental
  7. Contribuir a la conservación de la biodiversidad y a enfoques integrados de planificación territorial
  8. Facilitar y estimular el diseño, uso, reutilización, reciclaje y disposición responsables de nuestros productos
  9. Contribuir al desarrollo social, económico e institucional de las comunidades situadas en nuestras áreas de operación
  10. Implementar con nuestras partes interesadas mecanismos de información, comunicación y participación que sean efectivos, transparentes y verificables independientemente
Estos principios se hicieron evidentes ya en la reciente Convención Mundial del PDAC (Marzo 2014), el encuentro minero más grande del mundo, donde se realizaron diversos eventos de Responsabilidad Social Corporativa y en cuya declaración se afirmó que “la Responsabilidad Social Corporativa o RSC se ha convertido en uno de los temas más importantes que enfrenta la industria minera y de exploración… Se espera que las empresas de exploración y explotación se adhieran a los principios de la RSE y reconozcan que tienen el deber de cuidar a todos sus grupos de interés, incluidos los empleados, clientes, comunidades locales y accionistas.”


La minería ética impulsa nuevos estudios y aportes


El nuevo paradigma ético está generando una nueva corriente creativa que apunta a hacer más sustentables los procesos mineros. Debemos esperar que los frutos de este esfuerzo mejoren la actividad minera en general y consoliden su búsqueda ética.

En este contexto no es extraño el lanzamiento, por parte de la Comisión Europea, del Atlas de suelos de América Latina y El Caribe (2014), que busca ser un referente para las consideraciones ambientales. Probablemente bajo la misma inspiración, en España, el Círculo de Innovación en tecnologías Medioambientales y Energía (CITME) de la Universidad de Alcalá ha producido ya estudios como el de “Técnicas de Recuperación de suelos contaminados, que trae ideas innovadoras acerca de este crucial tema que afecta a la minería.

Pero no es necesario ir tan lejos. En el Perú ya contamos con originales propuestas como la de ”Reducción del impacto ambiental en minas con la disposición de residuos en subsuelo (2006) cuya Tesis “demuestra que si se extrae el mineral económico, más la ganga y más lo estrictamente necesario de roca para dar acceso al equipo, se podrá disponer en el interior de minas del 86% al 88% de relaves en minas nuevas y el 100% en minas antiguas como Casapalca, con una inversión que alcanza sólo US.$ 6’109,000; pero lográndose gran rentabilidad con un valor presente neto (VAN) de US.$ 28’400, 000 y una tasa interna de retorno ( TIR) del 465%.”

Y una muestra palpable de esta corriente en el país es la creación del primer "Parque Ecológico Minero Proesmin" en Arequipa que busca "desarrollar vínculos de confianza entre la comunidad y la empresa minera a través de las buenas prácticas ambientales" desarrollando tecnologías sostenibles como biotecnologías, fito-remediación, tratamientos de agua, paneles solares, cocinas mejoradas, entre otras, las cuales son desarrolladas como un piloto que pueda replicarse luego a gran escala. Su objetivo es muy claro: "demostrar que el Estado, la comunidad y las empresas dedicadas a la extracción de recursos naturales pueden vivir en armonía, con políticas de protección al medio ambiente y de inclusión social, gracias al uso responsable de tecnologías limpias".

De aquí en adelante, escucharemos más y más de minería ética (ya sea a través de los conceptos de Responsabilidad Social Empresarial, la Creación de Valor Compartido u otros que aparezcan) y veremos el surgimiento de todo tipo de propuestas para implementarla. Y es que la minería ética ya no solo es un inspirado discurso de buenas intenciones: es la nueva tendencia mundial.

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